Me fui de Vietnam. Antes de irme consumamos nuestro casamiento con Ngo. Le dí un somnífero a Hang, le canté a Ngo el tango "de corazón al sur" y al cadencioso ritmo del dos por cuatro, se entregó. Al día siguiente, tome el avión a Laos. Aduje viaje de negocios y resolver en Argentina papeles para mi residencia permanente en Vietnam. Yo necesito estar casado para ser feliz. Así que, ni buen llegado a Laos, me case con Von Dao, una sonriente laosiana de labios muelles y extensos como las playas de Villa Gesell. Le regalé un exótico billete de dos pesos argentinos y unas flores. Ella aceptó
Luego, mi suegra Ting, dada mi avanzada edad, consideró oportuno convidarme una sopa afrodisíaca, con especias energizantes; yo temí entonces efectos secundarios de la pastilla azul masticable que había ingerido, pero nada pasó. En realidad pasó sobre muelles almohadones, y música suave.
Pero a la noche fui convocado al Tao Man, una juerga que organizan amigos y parientes, simbolizando la despedida de la vida licenciosa del soltero, y el comienzo de una vida familiar ordenada y bellamente rutinaria. Me dieron hasta el hartazgo aguardiente de arroz, verduras varias y unos pedazos de carne. Uno de los participantes de la joda, realizada a orillas del Río Mekong, me explicó con señas que el bicho tenía dos orejas puntiagudas, relinché y me dijo no, imité a un burro y me dijo no. Entonces dijo guau guau, y allí recordé que el perro es un manjar codiciado en éstas latitudes (por eso hay tan pocos canes en las calles). Ya era tarde. No sabía tan mal. Seguí morfando inducido por los presentes La sopa estaba buena, pero cuando estaba terminando el primer plato me dijo uno de ellos: "snake soup" (sopa de víbora); por suerte terminaba el plato. Aduje plenitud estomacal ante un segundo ofrecimiento de un plato de snake soup.
Finalmente, fui conducido a una casa de masajes laosianos. Oh momento sublime!!!. Una joven de sonrisa vitalicia te estira los músculos, te hace sentir la maravilla de tu máquina corporal, y te relaja completamente. Yo le cantaba canciones de Joan Manuel Serrat, y ella sonreía, con esa sonrisa oriental que nunca te cansa, porque sale del fondo de las tripas. Salí tan relajado pero dolorido que apenas podía caminar. Dao me esperaba.
Le solicité un tiempo de meditación que me concedió, y sali a recorrer la ciudad, la ciudad armoniosa tranjsmite una paz asombrosa si uno viene de la caótica hanoi. Empecemos el recorrido por las orillas del Río Mekong, columan vertebral del sudeste asiático. Este río es suave, las barcazas lo transitan muellemente, contemplarlo relaja y a la vez imoone respeto
Desde la orilla del río se sube a balcones con hermosos restaurantes, y de allí por callejuelas empalmeradas, rodeadas de hoteles y hosterías, se avanza hacia la calle principal
Los tuk tuks, coloridos, esperan ávidos a los turistas, "tuk tuk" dicen los conductores a todo gringo que pasa, la palabra suena como un suave martilleo
Me desvío por una callejuela lateral, el silencio celebra el ritmo de mis pasos, me dejo llevar, no hay mayor armonía posible
Pero me llama la gente, lo que palpita, el Asia esta allí, monjes budistas dejan una estela anaranjada al caminar sin celulares ni eye phones
El mercado es el próximo destgino, vuelo sobre la bicicleta alquilada a través de la ciudad de dimensión humana. El mercado mezcla aromas, desde exquisitas especias, hasta pescado en dudoso estado de conservación. Gna Lao solucionó el problema colocando los condenados a muerte a gusto del cliente en una tina con agua, los pobres bichos arracimados, pero frescos
No falta el bambú, en sus diversos tamaños, que se come en sopas, y me quedó esa cuenta pendiente. Bueno, aún tengo oportunidad de saldarla
Mucho mas podria hablar pero no es la intención, es simplemente abrir la puerta para que espíen y se tienten
A la noche compartimos una cena con nuevos amigos que se encuentras por esas maravillosas casualidades no tan casuales. Fernán y Mirta, de Zaragoza (España), también tienen su blog de viajes, ya tengo donde poner mis huesos en Zaragoza; ellos son esperados en Córdoba.
Y a último moneto, hoy mismo, volando de Laos a Camboya, m enamoré perdidamente de Hung Sao, una esbeltísima azafata laosiana vestida con un atuendo típico. Estuve por proponerle matrimonio, pro sabía que alteraba así mi plan de viaje. Gano otra vez la cámara de fotos, la mas galante, la mejor amante. Hasta la próxima!!!
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